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El infrecuente participio de futuro español

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Actualizado el 7 de enero de 2016.

Hoy le quiero dar una vuelta de tuerca más a aquel artículo sobre el participio de presente. Para empezar, hay que decir que el participio de futuro es una herencia culta y reducidísima del latín, donde, al contrario que en los participios de presente (activo) y de pasado (pasivo), tenemos una doble diátesis: podemos encontrar participios de futuro activos y pasivos, cada uno con sus propios sufijos.

Antonio de Nebrija, en el libro tercero de su vetusta Gramática sobre la lengua castellana, escribe esto acerca de los participios:

Los tiempos del participio son tres: presente, pasado, venidero; mas, como diremos, el castellano apenas siente el participio del presente y del venidero, aunque algunos de los varones doctos introdujeron del latín algunos de ellos, como: doliente, paciente, bastante, sirviente, semejante, corriente, venidero, pasadero, hacedero, asadero […]

Las significaciones del participio son dos: activa y pasiva. Los participios del presente todos significan acción, como: corriente, el que corre; sirviente, el que sirve. Los participios del tiempo pasado significan comúnmente pasión; mas algunas veces significan acción, como estos: callado, el que calla […]; entendido, el que entiende.

Los participios del futuro, cuanto yo puedo sentir, aunque los usan los gramáticos que poco de nuestra lengua sienten, aún no los ha recibido el castellano; como quiera que ha comenzado a usar de alguno de ellos, y así decimos: tiempo venidero, que ha de venir; cosa matadera, que ha de matar; cosa hacedera, que ha de ser hecha; queso asadero, que ha de ser asado; mas aún hasta hoy ninguno dijo: amadero, enseñadero, leedero, oidero.



Nebrija, si bien docto en su época, creo que se confunde al hacer derivar la terminación -ero, tanto fonética como morfológicamente, de la terminación -(t)urus del participio de futuro activo latino, como se inferirá de lo que explicaré a lo largo de la entrada, y más bien diría que -ero es la evolución de -arius, sufijo de valor instrumental como en «librero», «panadero», «comedero», etc., como indica el DRAE.

Rarísimos en español e inexistentes en indoeuropeo

Pero dejémonos de preámbulos y vayamos al meollo de la cuestión. Como ya se ha avanzado, el participio de futuro era (y es) el único que tiene diferencia de voz: la activa y la pasiva. En español, los infrecuentes casos que encontramos están ya completamente fosilizados como sustantivos o adjetivos. Esto quiere decir que los participios de futuro han dejado de ser morfológicamente productivos en español.

Los participios de futuro activos se formaban en latín mediante un sufijo -tur-, al que se le añadían las desinencias normales de la primera y segunda declinación; de forma esquemática, por tanto, sería -turus, -tura, -turum. Morfosintácticamente es una anomalía, ya que no se encuentra en ninguna otra lengua indoeuropea de las antiguas, según se puede adivinar del silencio al respecto en manuales como el de Fortson, Beekes o Meier-Brugger.

Orígenes del participio de futuro activo

A mí me contaron en la universidad que quizá sea una formación analógica a verbos como parturio ‘estar deseando hacer algo’; es decir, ese -tur- que hay en la raíz de parturio, tras un falso corte, daría a los latinos la idea de algo que va a ocurrir en el futuro, ya que lo que uno está deseando hacer es algo que, con suerte, hará en el futuro.

Sin embargo, Ernout, en su Morfología histórica latina, da una explicación harto más convincente: el participio de futuro activo sería una fusión de una determinada forma verbal llamada supino (p. ej. amatum) y el antiguo infinitivo del verbo sum ‘ser’, es decir, *erom < *esom tras rotacismo (cf. osco ezum; umbro erom). Así pues, una forma como amaturum se había formado a partir de *amatu(m) erom. Esto vendría confirmado por el hecho de que, en época arcaica, era una palabra invariable, es decir, siempre era amaturum, y nada de amaturi, amatura, amaturos, etc.

Morituri te salutant!?!?!

A estas alturas quizá a alguno le haya venido a la mente aquella frasecilla tan escuchada en las películas de romanos: Ave, Caesar! Morituri te salutant!, que se suele traducir algo mal —a mi entender— como «¡Ave, César! ¡Los que van a morir te saludan!».

Digo «algo mal» porque, si bien es un participio de futuro, este no expresa solamente una acción futura, sino también otras ideas relacionadas con el futuro como la inminencia, la voluntad, la (pre)disposición… Puede compararse a este respecto el inglés will, auxiliar para formar el futuro (all of us will die ‘todos nosotros moriremos’), pero que inicialmente significaba ‘querer, desear’ (y aún se emplea así como uso arcaizante y como tecnicismo en el sustantivo will ‘testamento ← lo que uno desea cuando haya muerto’, amén del alemán actual wollen ‘querer’; por cierto que este verbo germánico está emparentado con la raíz de «voluntad», italiano volere y francés vouloir ‘querer’, etc.).

Pero vuelvo a divagar…



Resumiendo: una traducción más adecuada sería «¡Ave, César! ¡Los que están dispuestos a morir te saludan!»; porque imagina la moral que tendría un gladiador si supiera de antemano que va a morir sí o sí… En cualquier caso, es interesante este artículo de Wikipedia.

Lo que nos ha quedado en español

Según las reglas básicas de la evolución de sustantivos del latín al castellano, un participio de futuro activo en español tendría, pues, unas desinencias -turo, -tura. Como ya dije, solo nos quedan restos fosilizados y de los que incluso se ha perdido en muchas ocasiones la noción de la raíz verbal:

  • «futuro» es lo que va a ser (cf. «fui, fuiste», etc.)
  • «nascituro» es el que va a nascer (no recogido en el DRAE)
  • «morituro» es el que va a morir (ídem)
  • «ventura» es lo que está por venir, por suceder…

Los participios de futuro pasivos, por el contrario, se formaban con el mismo sufijo que el gerundio, es decir, -nd-; la formación es análoga a la de los participios de presente en -nt-, pero con una sonorización de t en d por influencia de adjetivos como moribundus, fecundus, etc.

En este caso, al valor del futuro se le puede añadir un matiz de obligación, como en «Amanda», que es la que ha de ser amada. Otros casos más simples son los fosilizados como «laureando/graduando», el que va a ser coronado con laurel por su graduación; «agenda», lo que ha de ser hecho; «doctorando»; etc.

Javier Álvarez

Fuentes

«El infrecuente participio de futuro español», de delcastellano.com


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